No me gustan las despedidas.
Ni los finales que no son felices.
Ni los cambios: el cambio de estación, el cambio de hora o el cambio de armario.
Ni las mudanzas: a ver dónde están ahora los edredones.
Ni que el verano termine.
Ni las fiestas que se acaban. O el final de las terrazas.
Ni que se haga tan de noche cuando aún es tan de día.
Ni la bajada de temperaturas los fines de semana.
Y que haga rasca.
Y enterrar mi ropa fosforita en una caja.
Ni las calles cubiertas de hojas, que a mí me dan nostalgia.
Ni el color mostaza.
O los disfraces de calabaza.
Ni los trucos, ni los tratos.
Ni las castañas.
Tampoco las gabardinas. Además, yo pierdo todos los paraguas.
Y me embadurno con autobronceador violentamente a ver si me queda algo bueno de otra época, aunque sea de plástico. Es lo que tiene ser romántico.
Es inevitable, lo sé, tener que pasar por octubre para desear tanto Marzo.
Y siempre he creído que lo mejor del Otoño no es la Sierra, es cuando te alejas de él.
Pero es octubre y vivimos permanentemente a 35 grados y estoy loca por ponerme un abrigo y unas botas, tomar Frenadol y dormir abrazados.
octubre 28, 2017
Opino igual pero con esta temperatura no parece que vaya a llegar….
Da gusto leerte ….
noviembre 1, 2017
Más locos está el laboratorio de Frenadol porque vengan las lluvias… Magnífica retórica. Se podría musicar. Enhorabuena a tus padres por el trabajo que hicieron contigo, Sabina. Un besazo.
junio 19, 2018
Gracias Juan Antonio!!! Un gran bso