Esto no es un escaparate. Es una guerra.
El escaparate de marzo, doce meses después de la pandemia.
El mismo mes que hace un año me obligó a cerrar y me dejó tiritando, con toda la primavera puesta, que tuve que encerrar en cajas pendientes de pago.
Se paró la vida, se bajó el telón, y mi persiana.
Y si me desesperé por no poder abrir en dos semanas, con los meses, a veces, perdí la esperanza de volver.
Me desangré. Y no hay `ayuda´ que alivie un motor parado, cumplir con tus letras, tus promesas, tus plazos.
Y trabajé como una loca y trabajo para soportar el golpetazo que parece no tener fin, y remontar al `no eres esencial´, `ahora cierra´, `ahora abre, solo caben tres personas en tu tienda´, `ahora hasta las 18.00 h´, `ahora no dejo que te muevas´. `ahora no te reúnes´, `ahora no celebras
Cumplimos un año.
Aguantamos.
Y solo por eso, montar este escaparate me hace llorar.
Y me recuerda que todo pasa, y lo cerca que estamos de volver a todo pulmón.
Con esas ganas te confieso que esta será la primavera de mi vida y me estoy dejando la piel para que sea la tuya, porque la voy a llenar de las cosas más bonitas que jamás hayas visto.
Y vamos a seguir hasta que la vida vuelva.
Esto ya no es un negocio, no es vocación, ni siquiera una tienda.
Esto es la Resistencia.
Por fin, primavera.
Comenzamos.
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