La mayoría de las personas que me encuentro y les pregunto cómo les va, me llevan a Cannes, de cine. Todos ganan dinero por castigo, están muy reconocidos en sus empresas, a nadie lo despiden, no ya por torpe, sino por cierre del verbo cerrar. Menos mal que ya no hay crisis, sólo emoción.
Y tengo la impresión de que cualquiera gana más que tú, emprende más que tú, y se infla los bolsillos con negocios megastore y aplicaciones para la nueva religión: tu móvil.
Tengo un equipo parecido al de Beyonce antes de un concierto en mi cuarto de baño.
Y un presupuesto aproximado en tratamientos.
Arranco cada año con un préstamo al banco para el crecimiento del cabello, para pestañas en 3D, sesiones de peluquería, de rejuvenecimiento facial en ampollas, en cremas efecto flash, en serums de retinol, de ácido hialurónico, de vitamina C, D, y todo el abecedario, de rosa mosqueta, de no te quedes quieta, de aloe vera, de aceite de almendras, de aceite de macadamia, de esencia de jazmín, de lavanda, de ácido glicólico, de resveratrol, de mascarillas de hierbabuena y arcilla, de sales del mar muerto; de tratamientos para el cuidado del cuello, del escote, para combatir la flacidez del sur y del norte, sesiones de manicura, pedicura, cejas, piernas, trastero.
Junio o las Jacarandas que cambian el color de las ciudades y lo ponen todo perdido de morado.
Y aunque es un poco tarde para dejar de comer tocino de cielo y matarse a jengibre, machacarse en el gimnasio como si no hubiera un mañana o pegarse descargas eléctricas a ver cómo levantas nalgas… siempre nos queda el moreno, que nos pone tan buena cara.
Ahora toca enrollarte en un pareo y tirarte en una playa.
No es casualidad que naciera en una Sierra, porque allí se respira mejor, uno se inspira, pasa el tiempo y todo cuenta, ni que su infancia transcurriera en plena naturaleza del río a la alberca corriendo feliz y descalzo por el campo, entre higueras, pisando la tierra, o que fuera el hijo de Juan el veterinario y de Gloria maestra de escuela, de los que aprendió el respeto a los demás, el trabajo y el esfuerzo, sus macetas.
No te va a gustar. Lo sé. Pero es mi verdad, y como todas las verdades escuece como un limón, pero libera contarla.
Odio quejarme y que se quejen, y más teniendo tanto que agradecer, por eso he escrito este cuento un montón de veces y el mismo montón lo he roto de vergüenza, pero tengo que escupirlo de una vez para poder avanzar.
Y si he tardado tanto en volver a este blog es porque no he podido darme más de lo que me he dado estos nueve meses.
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