Ya nadie es del montón.
No queda gente corriente.
La mayoría de las personas que me encuentro y les pregunto cómo les va, me llevan a Cannes, de cine. Todos ganan dinero por castigo, están muy reconocidos en sus empresas, a nadie lo despiden, no ya por torpe, sino por cierre del verbo cerrar. Menos mal que ya no hay crisis, sólo emoción.
Y tengo la impresión de que cualquiera gana más que tú, emprende más que tú, y se infla los bolsillos con negocios megastore y aplicaciones para la nueva religión: tu móvil.
Luego cenas con tus amigos y cuando hablan de sus hijos, son prácticamente superdotados, con un talento extraordinario para algo, da igual, además de bilingües, deportistas de élite, con madera de líderes, si es que eso se ve… y, si son bebés, tienen un percentil que se dispara, que se sale del cuadro, los pediatras no han visto nada igual, comen de todo, andan desde los cinco meses y duermen de un tirón todas las noches desde que nacen.
No sé si te pasa, pero aquí todos sacan vuelos más baratos que tú, con mejores asientos, para ir al mismo sitio. Todos se mueven con desparpajo por ciudades en las que nunca has estado, y tienen sensaciones diarias de lo más estimulantes, nada que ver con las tuyas, y prueban sabores inauditos en sitios increíbles y con una compañía diversa fuera de serie. De sexo, mejor no hablamos.
Todos son guapos, jóvenes, delgados, fuertes y sin censura.
Todos influencers.
Te sientes con quien te sientes, se matará por sorprenderte y dejarte claro que su vida es chula.
Y lo más asombroso, parecen felices.
Ahora que todos somos publicistas de nuestra vida, aunque sea un mojón considerable, lo único importante es la foto #instacool del día que publicamos con la mejor de las sonrisas. El resto, de cobardes.
Te has acercado. Casi me lo creo, casi me convences.
Y más después de ver tus fotos remando a contracorriente el curso de un río bravo, practicando escalada o paracaidismo, me da lo mismo, transportando un maletín con traje de chaqueta a paso decidido, levantando pesas o leyendo con el torso esculpido y sólo vestido con unas gafas de ver.
O tus fotos de tu fabuloso culo en bikini minúsculo postrado en una colchoneta huevo frito, de flamenco o de pelícano con gafas de sol bebiendo un batido. O tu carita de recién levantada en la cama sin pijama, o tu desayuno tan nutritivo y que tanto admiro, más que nada, porque pa pelar toda esa fruta hace falta levantarse a las seis de la mañana. Tus morritos, tu cara de gatita o con orejitas Minnie Mouse. Tu pose when you´re having fun. Tu pose cuando duermes. Con tu trainer, con tu coach, con tu batido verde, con tus mensajes de superación que nunca fallan.
Tú no me has visto a mí con la cara lavada.
Procuro entender la insoportable la levedad del ser de Kundera o empatizar con Voltaire `lo superfluo tan necesario.
Pero no me lo trago. No lo tengo claro.
No somos tan distintos.
A ti y a mí nos duele lo mismo. Buscamos la misma prosa. A cualquier edad, el amor y las matemáticas son la misma cosa: universales vayas donde vayas.
Lamento el malentendido, pero hablamos el mismo idioma.
Estamos hechos de la misma pasta.
Y para los dos hay noches y noches. Hay mañanas y mañanas.
Y ten cuidado que Amazon a veces, también falla.
Y aún hay cosas de las que no te salvas, y que una app no te va a arreglar.
Ni los followers.
Y es que
nada vale más que lo que mucho cuesta.
Verdad verdadera. La cara y la cruz de la moneda.
Echo de menos la dificultad. Y el esfuerzo que hay que hacer para vencerla. La voluntad. La constancia. La paciencia. La experiencia. La responsabilidad. La búsqueda de la excelencia. La fortaleza en la adversidad. Cuando nadie te llama, cuando no sucede nada. Cuando no te hacen caso. Cuando a nadie le interesas.
Hablo de los renglones torcidos, los caminos largos, duros, amargos, sin medallas ni recompensas a corto plazo. Las largas esperas con tanto trabajo.
Hablo del valor de las cosas que el dinero no puede comprar:
Que seas feliz. Que tengas calma. Que tu conciencia duerma. Que vivas en paz.
Que no seas un hombre o una mujer de paja. Que tu palabra valga.
Que te respeten.
Que te quieran, que te entiendan y te esperen.
Que te crean.
Que te recuerden.
Saber que pase lo que pase, estarás.
La inspiración.
Las ganas.
La ilusión.
Resistir sin viento. Eso sí que tiene mérito.
El reconocimiento sólo después de muchos muchos intentos por crear.
Cuanto lo siento.
Esto no es Disneyworld y no lo paga el dinero.
Lo que no son cuentas, cuento.
Que la vida escuece por momentos, hablo de espinas y contratiempos.
Y ahora, que no se lleva darnos, que de todo nos cansamos, que nuestro mundo es fugaz, que todo dura un rato y después no me acuerdo.
Ahora que los logros son más baratos, y se reparten más premios.
Ahora que hay barra libre, ahora que todo es filtro y fácil de untar, y que todo es instantáneo y vida balneario, ahora que no nos aguantamos, que no nos coja por sorpresa la depresión de Iniesta, el suicidio de blogueras a los 20 años y las conferencias de coaching llenas.
Cualquiera a poco que rasques pagaría por un rescate y que se lo llevaran lejos.
Pero algo está ocurriendo en unos pocos, algo está cambiando que no se está fotografiando, y que va más allá de la estética.
Va de sentir de verdad, de dar, de amar. De perder la vergüenza.
De coraje y de esforzarte hasta no poder más.
De ir más despacio.
De volverlo a intentar.
Va de pararse a pensar de vez en cuando.
Va de los abrazos que nos damos.
De cogerse de la mano. De saber qué decirnos cuando nos tengamos delante, no ser dos mutantes y apagar el móvil mientras cenamos.
Va de apostar por todo lo que dura, venga como venga.
Va de hacerse viejos en paz.
Y va de los que están revolucionando y dando valor a lo único que importa.
Para ellos este homenaje:
A los que esperan.
A los que se acercan.
A los que lloran.
A los que aguantan. A los que no abandonan en las verdades incómodas.
A las fieras.
A los que no están de moda.
A los que hacen milagros a base de cambios.
A los que se estancan, se pierden o tropiezan. A los que se les traba la lengua. A los que necesitan caer de vez en cuando.
A los que antes de dormir rezan, leen, escriben o aman, en vez de revisar su cuenta de Instagram.
A los que besan del verbo besar.
A los que dan.
A los que te escriben una nota y te la pegan al café para desearte que estés bien.
A los que te llaman.
A los que te sujetan.
A los que comen cotidiano, sin sacar fotos del plato, ni hacer rueda de prensa.
A los que viven en lo mundano, en lo que ya está usado.
A los que se templan.
A ti, que has llegado hasta aquí:
Que nada te detenga.
Ten paciencia.
Date tiempo.
Saca la bestia que llevas dentro.
Y ama,
hasta que se te revienten las venas.
julio 13, 2018
Cada vez que te leo me doy cuenta de que la vida me hizo un gran regalo cuando me dieron aquella oportunidad en Sevilla; fue conocerte! Gracias a la vida, gracias Sabi!
julio 13, 2018
Eres muy generoso. El placer mio de trabajar contigo y reirnos tanto tanto tanto!!!!
julio 13, 2018
Como la vida misma, reflejas el vivir de cara a la galería de la sociedad actual
julio 13, 2018
Hace poco, para mejorar en mi pragmatismo crónico, me dijeron que era mejor entender que la vida es compleja en vez de complicada. !?¿!
Después de leerte, y saber que alguien me entiende, ya me da igual.
Gracias. S
julio 14, 2018
Esta vez ha sido nada más levantar. Te leo y una vez más me haces llorar con tanta sensibilidad pero en esta ocasión afortunadamente no me siento tan identificada.
Alguien me dijo que yo era conformista …… no lo creo, pero al no subirme al carro de tanto vender tú vida e intentar ser perfecta para los demás ; vivo en mi mundo de felicidad !!! Gracias Sabi !!
agosto 18, 2019
En una playa solitaria, se alza un antiguo hotel perdido en el tiempo. Enrique Hubermann ( Guillermo Francella ), medico homeopata, viaja huyendo de un amor. Por una casualidad del destino, en ese sitio lejano se encuentra con Mary Fraga ( Luisana Lopilato ) la mujer que quiere olvidar, una joven hermosa como un demonio que manipula a los hombres y provoca pasiones peligrosas. En medio de una terrible tormenta que los aisla del mundo, la historia vuelve a repetirse. Pero en esta ocasion, el odio de los que habian amado demasiado, despierta lo peor de cada uno.