Ya nadie es del montón.
No queda gente corriente.
La mayoría de las personas que me encuentro y les pregunto cómo les va, me llevan a Cannes, de cine. Todos ganan dinero por castigo, están muy reconocidos en sus empresas, a nadie lo despiden, no ya por torpe, sino por cierre del verbo cerrar. Menos mal que ya no hay crisis, sólo emoción.
Y tengo la impresión de que cualquiera gana más que tú, emprende más que tú, y se infla los bolsillos con negocios megastore y aplicaciones para la nueva religión: tu móvil.